miércoles, 7 de julio de 2010

Lilly.

Desde ayer, Archie no se habla con Lilly. En un momento de descuido, abrió la puerta de la calle pensando que la perrita estaba dentro de casa y en un abrir y cerrar de ojos, ya se había colado por la puerta y se encontraba corriendo calle abajo como alma que lleva el diablo. Lilly tiene tanta fijación con la calle que nos tiene preocupados. Ya se ha escapado dos veces y gracias a nuestros vecinos hemos conseguido recuperarla. Lo curioso es que nosotros la llamamos hasta perder la voz y no nos hace ni caso pero la llama algún vecino y va directamente hacia el. Es tan sociable y tiene tantas ganas de conocer gente y mundo que todo vale. Esta dispuesta a hacerse amiga de todos los perros que le ladran con furia y tienen ganas de comérsela. Archie esta mosqueado, enfadado, picado en su amor propio. No le obedece a el y acude al primer desconocido que pasa por allí. Tan acostumbrado a tener perras que le obedecían con el pensamiento, no consigue entender porque Lilly es diferente.

Archie sigue ignorándola y Lilly le mira con dos puntos de interrogación en su grandes ojos abombados, se arrima un poco, le roza como sin querer y de vez en cuando Archie le grita: no te adjunto!! Entonces hunde su cabeza entre sus patas y quiere desaparecer dentro del suelo. A mi, me da al mismo tiempo pena y ternura. ¡Es tan mona!! Como diría Isa.

Dos días llevamos con esta pequeña guerra. Me acuesto para descansar unos minutos de siesta y cuando justo me acabo de dormir, un terremoto me salta encima y me empieza a lamer por las orejas por el cuello y por donde puede. Lilly se ha vuelto loca de alegría. Me esta contando algo y creo que lo adivino. Me esta contando que Archie ha hecho las paces con ella. ¡Champagne, champagne! Esta como loca.

Ahora, no se separa de el. Cuando se aleja, es para acostarse encima de su bolsa de deportes o sobre la cama, preferentemente fundiéndose en alguna de sus prendas olvidada sobre la colcha.

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