jueves, 10 de junio de 2010
Terror infantil.
- Después de hacer los deberes del colegio, solías enviarme a comprar al ultramarino. No era muy tarde pero ya sabes en invierno a las siete de la tarde, era de noche. ¿Recuerdas? Vivíamos detrás de la iglesia y del cementerio. Para llegar a la tienda, tenía que subir por un trozo de calle muy oscura. En las noches sin luna y sin estrellas, tenía que adivinar el camino. No era miedosa. Algunas veces, tenía que caminar completamente a ciegas y era para mi como un juego dirigirme hacia esta boca de lobo negra y silenciosa como una tumba. Sin embargo, las noches de luna y de viento, todo cambiaba, penetraba en un mundo de terror. Mi imaginación se ponía en marcha a toda velocidad, las voces de las ánimas me susurraban todas a la vez al oído y las sombras de los cipreses se movían como monstruosos cuerpos deformes. Echaba a correr como alma que lleva el diablo. Lo peor era la vuelta. Llegaba a casa sin aliento y tú nunca lo has sabido.
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