Dijo que era empresario desde los siete años. Nos miramos perplejas. ¿Desde los siete años?
Si. ¿Y eso?
Si, a los siete años ya me ganaba la vida criando conejos. Bueno, los criaba yo y mi madre los vendía en el mercado. Casi siempre se quedaba con el dinero. Un día me dijo, es que la mama ha tenido que comprar una nena. Vas a tener una hermanita. Yo ya daba por entendido que por lo menos, una oreja de mi hermana iba a ser mía.
El negocio de los conejos no es fácil. Tienes que tener en cuenta los pormenores. Un ejemplo, por muy grande que sea un macho, no quiere decir que sea un buen semental. Yo tenía una mezcla de conejo gigante y lebrel y daba mucho de si. Lo vecinos me traian sus hembras para que mi macho les hiciera los honores y me pagaban. Hay que tener en cuenta que no es tan fácil, algunas conejas no se dejaban y apalancaban el trasero en una esquina y nada que hacer... Así que, con mi padre ideamos una jaula redonda sin esquinas y asunto resuelto... ¡Si es que, hay que usar el cerebro!! No como muchos que tienen la cabeza de adorno. Bueno, también había que darles de comer y un día, cogiendo hierba me corte la punta del dedo. ¡Un negocio peligroso!!! Y muchas cosas más... Si yo os contara...
¡No tiene abuela!
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