jueves, 14 de mayo de 2009

Granja de mis abuelos paternos.


No es oro todo lo que reluce. Hace cincuenta años, esta casa no tenia cuarto de baño y era el cuartel general de los ratolines. Me parece que por ello, les tengo tanta fobia desde mi más tierna infancia. Desde fuera, parece una mansión pero dentro, no tenía ni los mínimos de confort moderno. Detrás de la casa, había unas letrinas estilo casa de la pradera pero dobles, o sea que se podía ir al baño en pareja. Nunca me había hecho la pregunta pero ahora que me viene a la mente, mi padre me lo acaba de explicar. En esta época, venían muchos trabajadores en verano para la recolecta y, de allí el invento de las letrinas dobles. Una curiosidad de la época. Por lo visto, no se le daba mucha importancia a la intimidad. Ni a la limpieza. Ni al frío, no había calefacción.
Es curioso porque viví en esta casa, en una gran sala, (la ventana grande de arriba a la derecha) hasta los cinco o seis años y sin embargo tengo más recuerdos que en el resto de mi vida. Conviví con toda clase de animales de granja (Incluyo los seres humanos porque hace cincuenta años, la vida en el campo era un poco ruda, un poco rustica diría yo para suavizar). Allí vi por primera y última vez unas crías de ratones que me parecieron cerditos miniaturas de color rosa chicle completamente pelados. A parte de estos proyectos de ratones, no recuerdo haber visto otros pero sé que la casa estaba plagada de ellos. Dice mi madre que se oían correr detrás de las boiseries. A mi abuelo, no se le ocurrió otra idea que llenar la parte de arriba de la casa de grano (le sobraba sitio pero tenía que ser allí, justamente, encima de nuestras cabezas en el desván). Como si no tuviera otro lugar para almacenarlo. Era un poco ave de rapiña mi abuelo. Para volver al aseo, la gente se lavaba como en las pelis antiguas, con palanganas de agua caliente y me acuerdo de un tío mío que los domingos se instalaba al lado de una ventana donde entraba el sol con su camiseta blanca de tirantes afeitándose con navaja y espuma que olía a gloria. Me encantaba el olor. A pesar de que no había cuarto de baño, creo recordar que si había un cuarto para lavarse y guardar un poco de intimidad. En pleno invierno, para matar el frío, se llenaba una lata de conserva de alcohol de quemar al que se prendía fuego. La llama duraba unos treinta minutos pero bastaba para ambientar el cuarto y lavarse con menos frío. ¡Que tiempos aquellos!! He oído alguna vez preguntar: ¿si tuvieras que volver a vivir en otra época, cual te gustaría? Pues, yo lo tengo claro. La mía. A mí que no me quiten mi cuarto de baños y mis comodidades. Te adaptas a todo pero puesta a elegir…


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