David e Isa han encontrado, en medio de la multitud de libros que tengo arriba, el primer tomo de la Montaña mágica de Thomas Mann. Tenía localizado el segundo tomo pero no había manera de encontrar el primero. No sé si es porque hoy me encuentro sin energías pero estoy ojeando uno de ellos y me pregunto si de verdad tengo ganas de volver a leerlo. Recuerdo haberlo devorado hace muchos años como si fuera una droga. El típico libro interminable pero que no puedes dejar. Después de Navidad, empecé a leer en francés “Viaje al final de la noche” de Celine. Me gustó mucho pero me busque una excusa para no seguir. Lo encontré demasiado bien escrito como para leerlo rápidamente. Quería saborear y recrearme en cada frase y lo dejé después de dos o tres capítulos. No era el momento. Me parece que no es el momento de leer nada. No me puedo concentrar y como dice mi madre, hay que aceptar lo que no se puede impedir y adaptarse a las circunstancias. O sea que: Volveré a leer cuando me lo pida el cuerpo. De momento, escribir las tribulaciones de una Normanda en Valencia. No me cansa y me sienta bien.
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